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martes, 2 de agosto de 2016

Somebody Else

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Desperté a las doce del día, era sábado. El suelo de mi habitación lleno de latas de cerveza y colillas de cigarrillos, el dolor de cabeza me impedía pensar con claridad, a su vez maldición y bendición. Ahora todo lucía muy vacío.

Me paré de la cama y me dirigí a la habitación que fungía como comedor, sala y cocina a la vez. Busqué algo para tomar en el frigobar y me bebí una botella de agua que encontré por obra divina. Miré al vacío durante varios segundos. Paredes vacías, espacio vacío, vacío.

Antes nada me parecía tan vacío, estaba todo bien. Pensaba que era mentira, quería creer eso supongo. Las horas pasaron y yo me revolcaba en la cama tratando de tomar una decisión, o de armarme de valor para la decisión que, sin querer, probablemente ya había tomado. Dieron las seis de la tarde y supuse que debía comer algo, pero sentía que si ingería cualquier cosa mi cuerpo lo iba a devolver.

Sólo dejé el departamento para comprar cigarrillos y volví rápido, temiendo encontrarte. Quizá deseándolo un poco. Tal vez ya no era posible encontrarte, no por casualidad. Escuché que te mudaste, escuché.

Dieron las ocho y me di una ducha. Me vestí con lo mejor que tenía, lo que te gustaba. Eso que solías decir que me hacía ver como chico malo. Dieron las nueve y media, y salí del departamento, dirigiéndome a la parada de autobús. Fui con paso lento, fúnebre. Miedo irracional se apoderó de mí, tristeza irracional.

La ciudad, brillante y ruidosa, parecía carecer de color y sonido a través de mi reflejo en la ventanilla del autobús. Bajé y me puse otro cigarrillo en la boca. Odiabas el cigarro, pero te parecía atractivo cuando fumaba.

Caminé la cuadra que me faltaba y a dos locales de llegar te vi bajar de un taxi, algo invadió mi pecho cuando te vi sola. Pero después bajó él, detrás de ti. Y sentí el vacío en mi pecho, el nudo en mi garganta y en mi estómago. Se me cayó el cigarrillo.

Ni siquiera te deseaba, ya no. Pero como odiaba verte con alguien más. Sonriendo, tan feliz. Te tomó de la cintura, besó tu cuello. Te tocaba, y no pude dejar de imaginarte con él. Apreté los puños. ¿Quién te creías, quién te dio permiso para ser feliz con alguien más?

Con alguien más...

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