Páginas

Buscar este blog

lunes, 21 de noviembre de 2016

Habrá turbulencia


Visitar el museo había sido una idea fenomenal, a pesar de la gente y los guardias. Mis amigos se quejaron pero a mí me gustó. El agua se ondulaba, los árboles azotados por el viento se estremecían, las nubes cambiaban de forma y las personas y los animales parecían observarte, la mayoría de forma amistosa, desde los cuadros. Algunos hasta saludaban.

Al salir saqué un par de chocolates de mis bolsillos, y todos pelearon por obtener una mordida. El mundo exterior era como visitar un planeta alienígena. Sabes que es lo de siempre, pero se siente muy inusual.

Una escena se conecta con la otra en mi mente, y es difícil saber cómo se llegó de un lugar a otro, pero hasta ese momento nada estaba mal, estaba feliz viendo sonidos y escuchando colores. No sentía más que alegría, amor, me sentía por completo vivo en su compañía, la de ella y la de mis amigos. Un momento etéreo, como un sueño, aunque sabía por descontado que no lo era. Los audífonos me transportaban de verdad, tenerlos puestos era como tener soundtrack en tu vida.

Entramos todos juntos al metro, ella tomada de mi mano. La miraba, tan sonriente, tan feliz, y era fácil saber -o imaginar- que se la estaba pasando tan bien como yo. Pensando en tantas cosas a la vez, sin poder llegar a aterrizar casi nada, pero aún así sintiendo que mi mente era tan profunda como un oceano infinito. Me sentía conectado con el mundo, ese era mi lugar y mi momento, todo estaba en su sitio.

Todos nos reíamos de cualquier estupidez, nos quedabamos encandilados con las luces dentro de los andenes, y al pasar junto a las luces brillantes que se encontraban en los túneles, fuera del tren, imaginaba que estábamos viajando en el espacio.

Al llegar al trasborde me sentí como si estuviéramos dentro de algún lugar secreto, escondido en la jungla, pues la vista a través de los ventanales dejaba ver abundante vegetación. Esa parte la recuerdo claramente, no paraba de decir que estábamos en "Jurassic Park", y en algún recóndito lugar de mi cerebro estoy seguro de que albergaba la esperanza de ver un dinosaurio.

Subimos al tren otra vez, se sentía como si lleváramos ya una eternidad viajando en metro, un desperdicio en mi opinión, me hubiera gustado tener más estimulación antes de que pasaran los efectos; ver más cosas, probar, besar...

De pronto las luces parpadearon dentro del vagón, se apagaron unos instantes y volvieron. Esto se repitió varias veces y a mí me divertía un cambio dentro de la monotonía del tren. Pero entonces, el sueño se transformó en una pesadilla. Un amigo, delante de mí, empezó a tener tics extraños y parecía enojado, nervioso, preocupado, todo al mismo tiempo. De pronto comenzó a gritar, el metro se detuvo, las luces volvían a parpadear y la gente nos observaba mientras tratábamos de calmarlo. El metro volvió a moverse y al llegar a la siguiente estación él salió corriendo, como si necesitara aire del exterior.

Me invadió la incredulidad. Siempre lees de estas cosas y las crees, claro, te sorprende, te asusta... Pero vivirlo no tiene nombre.



Continuará... (?)

No hay comentarios:

Publicar un comentario