La chica se despidió de él, con los labios y las mejillas coloradas, los ojos brillantes. Llegó el tren y ella corrió para alcanzarlo. Ya arriba se despidió agitando la mano desde una ventanilla, sonriendo, con el corazón agitado por el ejercicio y la excitación.
Él la miró y sintió un retortijón en las tripas, pensando que era demasiado tarde ya para mandarla a casa. A pesar de su sentir, mantuvo una sonrisa en el rostro hasta que la perdió de vista.
En el tren ella tomó asiento y se quedó viendo ausente una ventana, recordando detalles del día. Distraída como estaba pasó por alto la mirada de un hombre que estaba parado en el otro extremo del vagón.
No era la primera vez que ese individuo posaba sus ojos en la chica, ya varias veces se la había topado en el tren. Solía fantasear, no sólo con ella, sino con muchas otras, sin embargo ella era la única con la que había coincidido ya tantas veces. Lo interpretó como una señal...
Una hora después la chica había alcanzado su destino, se bajó soñolienta del tren y comenzó a caminar hacia su casa, donde nadie le estaba esperando.
De pronto unas manos frías y trémulas se enroscaron en su boca y si cintura.
A la 22:30 horas, en una calle poco transitada, la chica dejó de existir.
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