Estábamos bajo el árbol, en aquel campo de verde pasto. La mesa y sillas, improvisadas con troncos de árboles cortados, acentuaban la paz de ese lugar. Una brisa fresca hacía ondear a la naturaleza y a mis cabellos desordenados. Sólo se escuchaban las hojas rozarse entre ellas y nuestras voces.
No sé qué tan difícil sea encontrar un lugar así en la ciudad sin buscarlo, deja entonces en tu propia escuela. Tomé la pipa y la encendí. Traté de conservar dentro de mí el humo durante el mayor tiempo posible. Tras unos minutos, el efecto se había extendido por mi cerebro, relajándome, haciéndome susceptible a las bromas. Las nubes tomaban forma de cualquier cosa con facilidad. Con la misma facilidad con la que me olvidaba de ellas. Las ideas llegaban con la misma rapidez con la que se esfumaban.
Creo que lo que más disfruto de estar así es el hecho de ser. Sin propósito más que el puro estar, reír, ser. No intentar agradar ni impresionar a nadie, reírte de tus propios chistes estúpidos. Momentos de tal perfección sólo se alcanzan estando sólo o con la persona adecuada. El silencio o la ausencia de éste carece de importancia, y cualquier tema es interesante.
Estando así es fácil olvidarte de las cosas que no están tan bien. Olvidarte de la basura, del polvo, del hecho de que hay gente pasando a tu alrededor. De que no hay mucho tiempo. El tiempo es el problema de siempre.
Para ser muy honesta, me gusta estar así. Me gusta fumar. Me gusta sentirme relajada y feliz, y lograrlo es mucho más sencillo en este estado. Me imagino a mi mente llenándose de neblina, o por el contrario, vaciándose de ella. Vaciándose se preocupaciones, de complejos, de inconformidades.
Es fácil no odiar a nadie cuando estás así, es fácil entender a otras personas. Más bien, es sencillo creer que las entiendes. Y es fácil creer que todo problema tiene solución. Quizá esto se debe a que yo en realidad no tengo problemas, y a que mis preocupaciones son superficiales.
¿Cuál es mi propósito en esta vida? Honestamente no lo sé, no sé cuá sea el propósito de la existencia de nadie, más allá de servirle al propio ser humano. Pero creo que lo más importante de todo es disfrutar de tu existencia, porque al menos, aún desprovisto de propósito, si te sabes conducir por la vida, eso se vuelve la meta.
Estoy debrayando sin sentido bien cabrón. Ya me voy.
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