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domingo, 19 de junio de 2016

Viaje al pasado

Platicar con un niño es un viaje al pasado. Hoy analizo las diferencias entre lo que me hubiera gustado que fuese y lo que realmente fue mi niñez.

No me atrevo a hablar sobre lo que me hubiera gustado cambiar, porque de todas maneras no se puede.

Aprecio la soledad que tuve en mi infancia, porque me enseñó a ser auténtica. Aprecio el no haberme enterado jamás de los problemas que tenía la familia por ese entonces, y también estoy feliz de vivir tan lejos de mi ciudad natal para seguir siendo ajena a ellos la mayor parte del tiempo. Aprecio las cosas buenas que los adultos dijeron de mí, porque me ayudaron a soñar en grande y aún conservo dentro parte de esa ilusión. Aprecio haber comido mucho y todo lo que me gustaba. Aprecio haber tenido mascotas. Aprecio que mi padre siempre haya jugado pesado conmigo. Aprecio haber tenido a mis primos cerca, y a mis tías. Aprecio los deportes en los que estuve inscrita.

No puedo recordar todo lo bueno, pero hablo de esto porque me frustra realmente que ahora casi todo lo que veo dentro de mi casa es malo. Y sé que hay cosas buenas y que el disfrutarlas y enfocarme en ellas depende de mi actitud, pero me cuesta tanto trabajo tener esa actitud.

Ni siquiera sé bien cómo ser amable con mi mamá. Sólo me conformaría con llevarla en paz con ella y que no se entrometiera demasiado en mi vida. Honestamente no quiero lastimarla, pero no sé cómo decirle que la quiero pero no quiero que se entere de lo que no tiene por qué saber, ni si quiera sé explicarle por qué no tiene que saber esas cosas. Es decir, ¿a caso mi abuela le hizo tantas preguntas? Ni siquiera tengo que preguntar, sé la respuesta: no. ¿Entonces por qué ahora ella se empeña en meterse como un puto supositorio en la parte de mi vida que no le corresponde?

Me muero por volver a México, en donde al menos tenemos la excusa para ser lejanas. Y ¿por qué quiero una relación lejana con mi madre? Las veces en que le he permitido la entrada a mi vida han salido mal. Siempre se vuelve sobreprotectora o metiche. No conoce los límites, siempre quiere más. Siempre quiere controlarme, de alguna manera.

Cuando estoy aquí se da cuenta con más peso de la distancia que existe entre las dos, casi no hablamos, pero es que para mí eso no es una necesidad, no termino de entender bien por qué para ella sí lo es. Sé que las personas tienen que relacionarse y todo, pero hay gente con la que te relacionas y gente con la que no, de forma cotidiana. No entiendo ese pensamiento en el que por es simple hecho de que las personas sean tu familia debes forzar esa convivencia que no se daría de forma natural y pura si no lo fueran. Nos toleramos, sí. Nos queremos, en cierta medida (no me creo capaz de dejar de amar a mi familia, con todo y sus defectos). Pero no puedo ni quiero compartir todo mi tiempo con ellos. No me nace, y menos si después de sincerarme se me va a atacar, de cualquier manera, por ello.

Esa es mi frustración de hoy y de casi todos los días cuando me encuentro en Veracruz. Además de otras cosas sobre las que aún no me decido si escribir o no.

Estoy triste. Ni siquiera entiendo bien por qué.

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