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sábado, 31 de julio de 2010

Fragmento de nuestra vida... (Martin) 1°continuación

-Lo admito... -dijo ruborizándose.

Me reí suavemente y ella se durmió casi instanteneamente. Yo también bostecé, pero no estaba tan cansado como para dormir. La observaría durante el viaje y velaría por su sueño. A veces, al verla dormir, me preguntaba sino sería ella algo más. Tanta belleza era inhumana, más digna de un ángel que de una mujer común y corriente. Besé su frente y acaricié su mejilla. Ella suspiró entre sueños y me apretó un poco más entre sus brazos.

-Que suertuda es ella -dijo la voz de Sharon en un susurro apenas.

-El suertudo es él -dijo Rachel codeándole las costillas.

Me reí.

-Me refería a que es suertuda, no por tenerlo a él, sino por ser tan bella. ¿Su madre también es tan bonita? -preguntó intrigada.

-Es muy linda, pero ella se parece más a su padre, según tengo entendido -respondí, volviendo a mirarla. Sus ojos cerrados le hacían verse más como una niña que como una mujer, aunque su cuerpo desengañaba la vista.

-¿No tubiste mucha competencia cuando apenas la conociste? -preguntó Sharon.

-Demasiada -respondió Natalie, entornando los ojos y después mirando a Sharon, saliendo del transe en el que la tenía su libro-. Toda la escuela estaba detrás de ella.

Sharon me miró con duda y asentí.

-Era la más popular en la escuela y fuera de la escuela. A pesar de eso nunca ha tenido una actitud diferente, muy por el contrario, no se creía bonita -dije, encogiendo los hombros y remontandome a los recuerdos de nuestras primeras citas, en las que casi la obligaba a salir conmigo por medio de chantajes.

Sharon se echó a reír.

-¿O sea que no estaba consciente de lo hermosa que es?

Negué con la cabeza.

-Irónico ¿verdad? -dije.

-Yo sé la razón de por qué no lo creía -dijo Rachel, mirando a Alice con una sonrisa maternal.

-Porque los muchachos "no le hacían caso" -dije.

-O eso pensábamos -dijo Rachel-. Siempre ha sido igual de bonita, solo que en secundaria los chicos se intimidaban demasiado como para hablarle o pedirle una cita. Fingían ignorarla o simplemente la molestaban como niños pequeños. Una vez incluso rechazó la cita del chico más popular de la escuela porque pensó que podía ser una broma pesada, así que terminó llendo al baile con mi hermano.

-Ese estúpido -refunfuñé en voz muy baja. Sharon pareció darse cuenta.

-¿Hubo algo con su hermano? -preguntó señalando a Rachel.

Suspiré.

-Prefiero no hablar de eso...

-Como quieras -dijo con una sonrisa, luego se giró hacia Rachel-. ¿Tú me puedes decir?

Rachel se echó a reír y asintió. Rechiné los dientes un poco, pero ignoré el gesto de Sharon y me concentré en el rostro de mi ángel dormido mientras escuchaba a Rachel contarle a Sharon la corta historia de romance entre su hermano y mi novia.

-Mi hermano siempre había estado enamorado de Alice, desde que estábamos en primaria, pero como todos los chicos, no se atrevía a acercarse a ella más que por medio de mí. Se aprovechaba de que desde que nos conocimos, nos volvimos mejores amigas. Ella se llevaba muy bien con él, sin embargo nunca le gustó.

>Cuando al fin alguien se atrevió a declararle su amor a Alice -me señaló y Sharon me miró sorprendida. Sonreí con orgullo-, ella al principio lo rechazó pero después se volvieron novios y cuando mi hermano se enteró se dio cuenta de que era ahora o nunca, así que le dijo y luchó por ella hasta que este tonto en un arranque de celos la mandó directo a sus brazos. Como puedes ver, Alice volvió con Martin porque se dio cuenta de que no podía vivir sin él. Simplemente son el uno para el otro... ¿Sabías que ambos nacieron el cinco de septiembre?

-A eso se le llama destino -dijo Sharon, observando a Alice pensativa.

-¿Y ese ha sido el único novio que ha tenido aparte de ti?

Me encogí de hombros.

-Como tú dijiste, supongo que estábamos predestinados -le respondí, después sonreí-. Será divertido estar juntos en Las Vegas.

Lo siento amor, pero ahora que son vacaciones no te voy a dejar dormir... pensé con picardía, besando sus labios inertes mientras dormía...

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Alice durmió durante todo el viaje y mientras yo sólo escuché la conversación de los chicos haciendo planes para nuestra estancia de tres días. Yo no dije nada, ya que mis planes serían los de ella. Me gustaba más mi vida desde que estábamos en la universidad, ya que ahora no pasábamos las noches separados, cada uno en casa de nuestros respectivos padres.

Cuando el avión aterrizó no quería despertarla. Sharon me miró levantando una ceja al ver mi cara de duda y, al comprender, entornó los ojos.

-¿Piensas cargarla? -preguntó.

-Es que no ha dormido bien últimamente por mi culpa -dije avergonzado pero con tono duro para no dejar ver ningún doble sentido.

-Dejen de perder el tiempo -dijo Irving, entonces se abrió paso y le tocó el hombro. Suspiré, pero supuse que era una locura querer cargarla hasta el taxi.

Alice abrió los ojos sorprendida y se estiró. Sentí frío cuando se separó de mí, ya que mi piel se había acostumbrado al calor de su cuerpo durante todo el viaje.

-¿Ya llegamos? -preguntó con un bostezo.

-Sí -le respondí.

-¿Qué hora es? -preguntó confundida una vez que estuvimos fuera del aeropuerto, buscando un par de taxis.

-Las once de la mañana -le respondió Rachel-. En el avión no te quedaste dormida, practicamente te moriste ¿a caso no duermes bien?

Vi como se ruborizaba y me miraba con complicidad.

-Duermo perfectamente, pero tú sabes que en vacaciones siempre me da sueño durante el día -replicó, mintiendo con perfección. Como mentirosa de verdad que siempre había sido una artista, pero a Rachel no la podía engañar, ya que la conocía como la palma de su mano, incluso mejor de lo que la conocía yo.

-Claro, claro -dijo Rache, mirándola con ojos entrecerrados. Alice le lanzó una mirada acecina y Rachel le guiñó un ojo. Me eché a reír mientras veía como Rachel, en señas, le pedía detalles. Alice, creyendo que no la miraba sonrió de forma soñadora y asintió con energía. Miré hacia otro lado, ocultando mi sonrisa y sintiéndome con el ego por las nubes.

Alice, Rachel, Sharon y Natalie se subieron a un taxi, mientras que Carlos, Irving, Vince, Terry y yo, nos fuimos en el que las seguía.

Cuando subimos al taxi hubo silencio, en el cual sentí como si hubiera un complot contra mí. Los miré con sospecha y me dedicaron una sonrisa pícara, después Carlos, que iba sentado junto a mí, me codeó las costillas.

-Sabemos lo que hiciste anoche -me acusó.

-¿Nos lo dirás por la buenas o por las mala? -ofreció Vince.

No pude evitar la sonrisa que se escapó de mi boca, que me delataba por completo.

Los chicos empezaron a reírse y a hacer un alboroto.

-¿Es tan inocente como parece o es totalmente caliente? -preguntó Terry, con expectación.

Me sentí irritado, ya que no me gustaba hablar así de ella.

-No diré nada el lo absoluto -sentencié.

-¡Oh! -gritaron con decepción.

-Seguro ella le viene contando los "detalles sucios" a las chicas en el taxi. Vamos, hermano -rogó Irving.

-El señor tiene razón, las mujeres siempre hablan de eso. Lo sé porque a veces hablan en el taxi mientras condusco. Las damas lo cuentan todo -dijo el taxista, dándole la razón a Irving.

-¿Lo ves? -dijo Carlos.

-No me importa -dije encogiendo los hombros. De cualquier modo sabía que le iba a contar a Rachel, pero yo era un caballero, sobre todo con ella, que era lo que más amaba, más que a mi propia vida.

-Agua fiestas -se quejó Terry.

-Me lo dirás a mí ¿verdad? -pidió Carlos en voz baja, sin que los chicos se dieran cuenta. Lo pensé un momento. Carlos era mi mejor amigo, lo había demostrado millones de veces, pero Alice era mi ángel.

Negué con la cabeza y el suspiró, pero se echó a reír.

-De cualquier modo puedo imaginarlo. Debe ser súper caliente -comentó, esta vez para que todos escucharan.

Empezaron a hablar de cómo podía ser ella en la cama. Rechiné los dientes pero soporté, ya que, de cualquier manera, sólo podían divagar, como yo cuando ella era inalcanzable hasta para mí...

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Continuará...

jueves, 29 de julio de 2010

Fragmento de nuestra vida... (Alice)

-Despierta, dormilona... -susurró su voz en mi oído con dulzura y calidez.
Gemí y me tape la cara con la sábana. Se echó a reír y me abrazó.
-¿No quieres ir a Las Vegas? -preguntó con sus labios sobré mi oído, recorriendo la curva debajo de él, por mi mandíbula hasta llegar a mis labios. Acarició mi piel desnuda desde mi hombro hasta mis muslos. Un escalofrío eléctrico acompañó a su mano, al igual que las mariposas que siempre flotaban en mi vientre.
Suspiré y abracé su torso, pegándome a él lo más posible.
-Tengo ganas de quedarme un rato aquí... -murmuré con un bostezo.
-Hum... Tú siempre despiertas antes que yo cuando estamos en clases y ahora que son vacaciones me abandonas -se quejó.
-Tú quisiste desvelarte -respondí, girándome para abrazar una almohada, ocultando mi evidente rubor.
Se echó reír y me abrazó por detrás. Mi piel se erizó cuando me estrechó contra él.
-No puedo evitarlo todas las noches. Lo siento -dijo besando mi cuello.
-Discúlpate cuando despierte -repliqué, cerrando mis ojos y dejándome envolver por la oscuridad de mis párpados una vez más. Él suspiró pero se quedó conmigo en la cama, aún abrazándome.
Repentinamente nos sobresaltaron tres golpes insistentes en la puerta. Rechiné los dientes imaginándome quien podía ser.
Respiró profundo y se levantó de la cama. Se puso el boxer, me tapó bien con la sábana y después abrió.
-Hola, hola -dijo animosamente la voz de Carlos, que en compañía de Rachel, Irving, Natalie, Sharon, Vince y Terry, se adentró en la habitación sin permiso.
-Se ve que se divirtieron anoche -dijo Terry levantando las cejas de forma pícara.
-¿Quién dijo que podían entrar? - preguntó Martin, algo molesto. Se interpuso entre mi vista y los chicos.
-Venimos a buscarlos porque ya solo falta una hora y media para tomar el avión -dijo Irving señalándo el reloj de su muñeca.
-Estaremos listos pronto -dije entornando los ojos y volviendo a acostarme.
-Claro -dijo Vince codeándole las costillas a Terry-, más bien parece que tenían un plan más antes de vestirse ¿no lo crees también, Terry?
Se echaron a reír.
-Si así es, no les incumbe, par de pervertidos -dijo Rachel regañándolos. Los empujó y vi como empezaban a salir de la habitación a trompicones-. Vámonos. Perdón por la intromisión, nos vemos abajo en cuarenta minutos. No lleguen tarde, si no nos vamos sin ustedes.
La puerta se cerró y yo me giré para ver a Martin, quien me miró y sonrió.
-¿Y si concideramos los planes extra que Vince tenía en mente? -preguntó.
Me mordí el labio y vi el reloj.
-No creo que haya tiempo. Creo que es hora de tomar un baño -dije con un suspiro, levantándome de la cama y poniéndome su blusa, que me servía de bata.
Me miró de arriba abajo con fuego en los ojos.
-¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me gusta como se te ven mis blusas? - preguntó con voz contenida.
-Creo que sólo una... o dos millones de veces -dije finjiendo estar concentrada en recordar algo vago.
Se echó a reír.
-¿Ya están hechas tus maletas? -le pregunté. Asintió.
-¿Las tuyas?
-Igual.
-Entonces... ¿al baño?
Me encogí de hombros con una sonrisa avergonzada. Definitivamente no me había acostumbrado a estar con él en todo sentido. A pesar del tiempo, siempre me seguía pareciendo emocionante y eso me gustaba.
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Al salir del baño ya íbamos tarde a encontrarnos con los chicos.
-Bañarnos juntos es una gran distracción -le dije apurada-. ¿Crees que en realidad se vayan sin nosotros?
-No, tomando en cuenta que el de la tarjeta de crédito soy yo -dijo con media sonrisa y mirada de poder.
Me eché a reír.
-Al fin llegan -dijo Sharon con las manos sobre la cadera.
-Lo sentimos, el agua tardó en calentar -mentí, muy convincentemente.
-Yo creo que más bien lo caliente era otra cosa -dijo Terry y después se echó a reír, siendo coreado por Vince.
Rachel le pegó en la nuca.
-Imbéciles -dijo Sharon entornando los ojos.
-No insultes a tu futuro esposo, querida -dijo Vince acercándose a ella y rodeando su cintura con el brazo.
-Sólo en tus sueños me casaría contigo -dijo Sharon alejándose de él.
-¿Quién sabe? Lo que pasa en Las Vegas siempre es una sorpresa -dijo Vince con su voz de conquistador.
-Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas -respondió ella con sarcasmo.
Todos nos echamos a reír.
-Hay que darnos prisa ya, o llegaremos tarde al aeropuerto -dijo Rachel mirando el reloj de la muñeca de Irnving.
Nos fuimos en la van de Terry porque era el auto más grande, pero era tan vieja que no lograba entender como aún seguía andando.
Martin nos había conseguido asiento en primera clase a todos, menos a Terry y Vince. Los tomó totalmente por sorpresa al subir al avión.
-Esto es una injusticia, Martin -dijo Terry-. Presté mi camioneta.
Martin se encogió de hombros.
-Tal vez deberían considerar ser un poco más agradables en sus comentarios a la próxima. Ciao... -dijo Martin, acomodándose junto a mí y rodeándome los hombros con su brazo.
-Los escolto a la clase turista, caballeros -dijo la azafata, claramente irritada.
Vince la miró de arriba abajó y silbó.
-Contigo voy hasta el infierno -dijo dejándose escoltar.
Vi como la mujer entornaba los ojos y negaba con la cabeza antes de irse.
Bostecé una vez que el avión estabilizó el vuelo. Martin besó mi mejilla y me acurrucó sobre su pecho.
-Creo que ahora si podrías recuperar el sueño perdido anoche -recomendó con una sonrisa-, aunque la verdad tienes que admitir que tenemos una forma demasiado buena de no dormir.
Me ruboricé y cerré los ojos.
-Lo admito...
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Continuará...

martes, 13 de julio de 2010

Comienzo

Yo estaba entre el público, un espectador más entre sus amigos de siempre. Siempre la había acompañado en todo, la había protegido cuando lo necesitó y le había ofrecido mi hombro cuando necesitó donde llorar, con quien desahogarse y, sin embargo, ahí estaba yo, como uno entre varios, siendo el simple padrino de una boda. Me pregunté si no habría sido una mala estrategia para conquistarla el volverme su mejor amigo. Iluso, era un pobre ingenuo que toda la vida había soñado despierto que el día llegaría, el día en que como por arte de magia sus labios de posaran sobre los míos, como si por accidente de repente ella me amara tanto como yo la había amado desde la preparatoria. Era cobarde también, ya que a pesar de que ya tenía 23 años, trabajo y un lugar donde vivir, jamás había podido decirle lo que sentía. Y ahora, estaba precenciando su boda desde un lugar privilegiado, pero sin ser lo que quería.
Al lado de mí, su novio, con su típica sonrisa de ganador, y vaya que premio se había llevado. Al fin las puertas de la iglesia se abrieron y ella con su vestido blanco que caía recto al suelo, entró, quitandome el aliento de lo hermosa que era. Su piel, confundiéndose con con la tela, ambas de tono marfileño, su cabello rubio recogido en un peinado tan sencillo como magistral.
Sentí que me imvadía rabia y desesperación, así que no aguanté más y me retiré. Nuestros ojos se cruzaron mientras yo, discretamente, me escabullía hacia la puerta trasera del templo. Antes de perderla de vista, vi como sus ojos se llenaban de lágrimas y tiraba el ramo de flores.
-Joe...-dijo su voz quebrada.
La audiencia murmuraba exaltada. Me quedé paralizado en mi lugar y de pronto sentí todos los ojos sobre mí.
-Lo siento-susurraron sus labios, entonces corrió lo más rápido que le permitía el vestido hasta llegar a mí y colgarse de mi cuello-. Vámonos...
Mi corazón sufrió un brinco y entonces, como un ladrón, la cargué entre mis brazos y me la robé de la iglesia.
Cuando al fin estuvimos fuera de todas las miradas, a salvo en mi auto, me miró a los ojos y sonrió con melancolía.
-Perdón por tardarme tanto en darme cuenta. Te amo-dijo.
Respiré profundamente, como no lo había hecho desde mi niñez, sintiendome completo. Entonces, sin poder esperar más, tomé su rostro entre mis manos y la besé, dejando mi cobardía por una vez en la vida.
Y eso, no fue más que el principio de una historia, no su final...

jueves, 8 de julio de 2010

La princesa del eterno invierno

La chica del eterno invierno, la princesa del paraiso del polo norte, se sentía una diosa, siendo atendida por sus reales sirvientes. Su pálida piel era deslumbrante, y sus ojos grandes del color del hielo, enmarcados por sus largas pestañas rubias, la hacían ver ligeramente sobrenatural, no tanto como lo que realmente era.
Su cabello rubio caía en cascada hasta un poco por encima de su cintura. La princesa estaba sentada en su trono de hielo, con sus manos descansando sobre sus rodillas, siendo feliz con el frío, pero secretamente envidiando a su hermana, la princesa de la primavera.
La primcesa del eterno invierno debía ser benevola, paciente y sin rencores, para no hacer daño con sus heladas a sus súbditos, sin embargo la envidia que la carcomía por dentro estaba agotando todo lo que alguna vez había sido bueno en ella. Lentamente se deslizó de su trono, hasta le suelo, y se asomo por una ventana de hielo totalmente transparente. Miró con saña, como el sol salía por el horizonte y se posaba sobre el cielo, haciendo que todo el hielo de su amargura se derritiera.
No pudo evitar cerrar sus manos en puños y congelar aún más su castillo de hielo, haciendo que todo ser vivo que la acompañaba muriera. Una morbosa felicidad la inundó en cuanto vio la muerte de algunos animales que acompañaban a su hermana mientras caminaba, disfrutando el sol.
La princesa de la primavera, al ver lo que acavaba de hacer su hermana, rompió en llanto y abrazó a las criaturas sin vida.
Su hermana sonrión en silencio, y regresó a su trono, teniendo una idea en mente que acabaría con sus hermanas, con los seres vivos, y quiza, con ella misma...