Sabía que el ruido más simple podía despertar la furia de la criatura mitológica que se encontraba frente a él, sin embargo la curiosidad más grande le invadía la mente en su totalidad. No quedaba espacio ni siquiera para el sentido común en su cerebro.
Se acercó lentamente a la gárgola que se encontraba en un profundo sueño, un sueño que podía terminar con el mínimo sonido. No se detuvo ni un instatne a considerar las consecuencias, ni a pensar en su pobre acompañante, simplemente siguió avanzando.
-¿Qué haces?-le preguntó la voz de Sara, que no se había movido ni un milímetro de su lugar, presa del nerviosismo.
-Quiero tocarla-respodío Jake.
-¡¿Está demente?!-exclamó ella en el tono más alto que podía permitirle la situación-¿Quieres matarnos a los dos?
-Relájate-le dijo él.
-Jake, si la tocas... si la tocas terminamos, te lo advierto.
Él se giró un momento para ver su rostro. No bromeaba. Suspiró y negó con la cabeza mientras se alejaba de la criatura. Sara relajó su postura.
-Esto me pasa por enamorarme...-se quejó él-... te odio por hacerme amarte.
Ella le sonrió y extendió los brazos para resivirlo, pero Jake pisó una ramita, las cuales abundaban dado que el lugar en el que se encontraban era un bosque precisamente.
Un gruñido acompañó el momento exacto en el que la bestia extendió sus alas y miró con ojos rojos de furia a sus extraños visitantes.
-Ok... esto no me lo esperaba-dijo Jake suavemente, tratando de no alterar más a la gárgola.
-¿Ahora qué?-preguntó Sara inmobil.
La criatura respondió por Jake con un gruñido ensordecedor.
-¡Corre...!