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lunes, 23 de agosto de 2010

Espacio dedicado a la poesía 2

QUISIERA SER UNA BURBUJA


Burbujas flotando alrededor
Danzando ajenas a cualquier temor
Sin presentar miedo a ser reventadas
De cualquier modo, para eso fueron infladas

Igual que yo, inflada de esperanza
Quisiera ser una burbuja en su danza
No tener miedo, sentir sólo calma
Tener sólo paz dentro de mi alma

Y aunque sí tengo miedo a ser reventada
Como una burbuja, no diré nada
Por el amor que me fue concedido
A pesar de no ser correspondido

Sé que algún día será mi turno
De encontrar aquello que busca el mundo
Mientras sólo seré una burbuja
Esperando a explotar por la punta de una aguja

Todos venimos de las estrellas...

Espacio dedicado a la poesía

Suspención de "Fragmento de nuestra vida..." por un tiempo. Caí en una pequeña depreción de adolescente y me puse a escribir poesía, pero no es nada buena. Me gusta desahogarme con esto, por eso lo escribo...
Aquí uno de mis poemas:

DESILUSIÓN AMOROSA

Una sonrisa, una mirada
En este momento estoy congelada
Pequeños avances que creí ver
Castillos de arena resultaron ser

Falsa realidad, real ilusión
Me arrebata el aliento como un tifón
Querida la vida, querido el anhelo
Pero en este momento me encuentro en el hielo

jueves, 19 de agosto de 2010

Fragmento de nuestra vida... (Martin) 3°continuación

Desperté en el suelo, con Alice entre mis brazos, con su cara de ángel dormido, sus labios entreabiertos a centímetros de mi cara. Acaricié sus labios con uno de mis dedos. Era tan suave... Ella empezó a removerese hasta darme la espalda. Me reí. Era muy inquieta cuando dormía, quizá incluso más que cuando estaba despierta.
Miré la parte trasera de su cuello expuesto y no me resistí. Empecé a besarla con suavidad mientras mis manos recorrían su cuerpo y la apretaba contra mí. Ella pronto despertó y empezó a reír.
-Me haces cosquillas -se quejó dándose la vuelta para encararme y abrazarme el cuello. Me dedicó una sonrisa y me envolvió con el poder de su cálida mirada, la inversa de su "mirada aterradora".
-Perdón por despertarte -me disculpé sin pizca de arrepentimiento.
-Sí, claro... Se ve que estás muy arrepentido -me adivinó.
Me eché a reír y besé sus labios, entonces a mi mente volvió el recuerdo de hacía una hora. Detuve el beso abruptamente y le pregunté:
-¿Estamos casados?
-Ah... sí, al parecer nos casamos anoche o hoy en la madrugada, no estoy segura -se echó a reír y yo con ella. En el fondo no me hacía ninguna gracia, en realidad esperaba que nuestra boda fuera algo muy especial...
-Ya eres Alice Claire Hogan -pronuncié su nuevo nombre legal. Me gustaba demasiado cómo sonaba, tanto que a mi espalda la recorrió un escalofrío.
Ella acarició mi abdomen y mi pecho con una sonrisa, haciendo que a mi piel la recorrieran chispas eléctricas.
-A pesar de tu risa no parece que estés muy feliz... -empezó a decir.
-Te equivocas, no podría estar más feliz -mentí, aunque no del todo. Me hacía infinitamente feliz el hecho de que fuera mi esposa, pero no así de feliz el hecho de que ni siquiera pudiera recordar nuestra boda.
-Martin, te conozco demasiado bien, así que dímelo -dijo, mirándome ahora con seriedad.
-No sé de qué hablas... -no tenía sentido decir nada que lo arruinara. Si ella estaba bien con eso, yo estaba aún mejor.
Me miró con sospecha, entonces sonrió de manera seductora, felina. Se acercó a mí y besó mi cuello. Me puso de espaladas contra el suelo y se montó sobre mí, dejando en mi pecho y mi abdomen un camino de besos. Subió hasta mi cuello otra vez, pasando sus labios por mi barbilla hasta situar sus labios justo en frente de los míos, sin tocarlos, sólo dejando su aliento rozarme con suavidad, volviéndome loco, si es que eso era posible.
Abracé su cintura y giré para situarme sobre ella. Estaba a punto de besarla que puso uno de sus dedos sobre mis labios.
-¿Quieres seguir? -preguntó con voz baja y suave, la que utilizaba para seducirme. Como si le costara mucho trabajo hacerlo... pensé.
Ya sabía por dónde iba la cosa.
-Sí, quiero seguir besándote -dije con voz de niño.
Ella se echó a reír y bajó la guardia, lo que aproveché para adueñarme de sus labios. Ella se dejó llevar por un momento y acarició mi espalda mientras yo presionaba su cuerpo contra el suelo aún más.
Besé su cuello y su pecho, ella aferró mi pelo y me acercó más, con desesperación, pero cuando recuperó la conciencia enseguida me detuvo.
-¿Quieres seguir? -volvió a preguntar, esta vez jadeando.
Me eché a reír.
-Parece que no soy el único que quiere seguir... -susurré en su oido, tentándola.
-Si me contuve por dos años cuando tenía dieciséis, me creo capaz de contenerme ahora, así que es tu decición. Si me dices qué te molesta podemos quedarnos aquí y hacer un par de cosillas pervertidas... -me tentó ella a mí, volteando mi jugada-o puedo salir con las chicas a pasear por Las Vegas. Es tu decición.
Se encogió de hombros mientras que una de sus manos jugaba distraídamente con un mechón de su pelo.
Me devatí internamente. Mordí mis labios mientras la miraba, el objeto de mi deseo. Si le decía posíblemente se deprimiría o desepcionaría, pero si no...
Miré su cuerpo desnudo y una oleada de deseo recorrió mi columna. Era débil, demasiado débil... y también muy egoista, así que se lo iba a decir.
Suspiré derrotado y ella esbozó una sonrisa triunfal.
-¿Sí...? -preguntó acariciando mi mejilla con la mano que previamente jugó con su cabello.
-Me hubiera gustado que nuestra boda fuera más especial, ya sabes, fiesta en grande, toda una ceremonia, pero ni siquiera puedo recordarlo... Eso me decepciona un poco, pero no tiene importancia en realidad, así que olvidémonos de eso...
Besé su hombro y enpecé a subir por un costado de su cuello hasta llegar a sus labios, pero sus ojos ahora estaban tristes.
Lo sabía...
-Lo siento, de verdad no me di cuentade que era tan importante. Ni siquiera recuerdo cómo fué que pasó...
-Alice -la interrumpí-, no tiene importancia, sólo déjalo ir ¿sí?
Negó con la cabeza.
-Volveremos a hacer una boda, esta vez una realmente buena... -empezó a decir, ahora echando su mente a volar, lo podía ver en sus ojos.
-Está bien, por ahora ¿podríamos continuar en dónde nos quedamos? -supliqué.
Se echó a reír y asintió, entonces volví a besarla y ella se abandonó en mis labios...
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Una semana después, ya estábamos en Orlando, instalados en nuestras respectivas casas para pasar las vacaciones con la familia. El plan original era que ella se quedara en la mansión, pero sus abuelos, Claire y Noa, estaban de visita y no lo permitieron, ya que "aún no estábamos casados"... Por supuesto, no se enteraron de nuestra aventura en Las Vegas. Ese era nuestro pequeño secreto, compartido con los chicos... Eso y que Sharon y Vince... Aunque para mala suerte del pobre Vince, lo abandonó excusando que todo había sucedido bajo los efectos del alcohol.
Eran las diez de la noche y conversaba con Sofía sobre su nuevo novio, mi cuñado, una relación que al fin parecía seria, cuando recibí una llamada de Alice, citándome para que pasara por ella, ya que tenía que decirme algo importante. No supe descifrar el tono de su voz ni su estado de ánimo a través de teléfono. Parecía conmocionada, feliz, triste... No lo sabía y me preocupé.
-Sofi, tengo que irme... -me disculpé con mi hermana en cuanto colgué el teléfono.
-¿Tu chica te necesita? -preguntó preocupada.
-Sí, no tengo idea de qué será -dije sin lograr esconder mi preocupación.
Se mordió el labio y me miró aprensiva.
-Suerte -dijo.
-Espero no necesitarla -susurré más para mí mismo que para ella.
Tomé el auto a pesar de que sólo era una cuadra para llegar a casa de Alice. Me sentía ansioso.
Llegué en medio minuto, si no es que menos. Estaba sentada en el escalón que se encontraba en frente de la puerta de su casa, con los codos sobre la rodillas y descansando su cabeza sobre sus manos. Su expresión era serena y distante. Ya conocía esa mirada perdida, ella siempre estaba en su mundo, la mayor parte del tiempo vivía en la luna. Me bajé del auto y me acerqué a ella. El ruido la despertó y se levantó. Me dedicó una sonrisa y me tomó de la mano.
-¿Damos una vuelta? -preguntó. Su voz aún era indescifrable, irreconocible. Sonaba con una emoción distinta a la de la Alice a la que estaba acostumbrado, era lo de siempre, pero nuevo. No supe explicármelo a mí mismo.
Caminamos juntos hasta un parque cercano y nos sentamos en una banca. Dejé al envolvente silencio apoderarse del momento. No era incómodo, los silencios con ella jamás me resultaban incómodos, sin embargo algo seguía estando fuera de lugar.
Al fin tomó aire y me miró a los ojos. Una sonrisa se extendió a lo largo de sus labios mientras una lágrima escapaba de sus oscuros ojos.
Abrí los ojos asustado.
-¿Qué ocurre...? -pregunté con sorpresa mientras la abrazaba. Ella interrumpió mi pregunta con un beso apasionado.
La dejé saborear mis labios a diestra y siniestra y le devolví el beso con ganas, pero aún no sabía lo que estaba pasando.
Se alejó para verme los ojos y vi alegría en su mirada. Mi estómago se llenó de mariposas, pero seguía confundido. ¿Qué ocurría?
-Martin... -al fin habló con voz contenida, emocionada.
-¿Sí? -pregunté al ver que no continuaba.
Suspiró para calmarse y pareció volver a ser la de siempre antes de continuar.
-Estamos embarazados -dijo mordiendo su labio y con una sonrisa que apenas cabía en su pequeña cara.
Me quedé con la boca abierta mientras esas palabras hacían eco en mi cabeza, que de repente parecía totalmente vacía. Estamos embarazados... Vamos a ser papás. Algo mío y de ella, algo nuestro está dentro de su vientre, un pedazo de mí está en ella... Exploté.
La abracé y empecé a llorar de felicidad y a carcajearme.
-No lo puedo creer, Alice, esto es genial -festejé cargándola y dando vueltas con ella en brazos. Ella estaba riéndose, pero entonces recordé al bebé y me detuve. Tenía que ser delicado porque ahora tenía una personita dentro de ella, un bebé mío y de ella ¡nuestro bebé! No cabía en mí de felicidad.
-Vamos a ser papás. ¡Tengo algo tuyo dentro de mí! -festejó brincando por el parque sin ningún rumbo, tomada de mi mano.
-¿Quién más lo sabe? -pregunté esperando ser el único.
-Sólo tú y yo. Imagínate si lo supieran los abuelos. Personalemte pienso que sería mejor si lo mantenemos en secreto hasta casarnos "oficialmente".
-Estoy de acuerdo. ¿Cuánto tiempo tenemos de estar embarazados?
-Dos meses y medio aproximadamente. No lo puedo creer. ¿Cómo le pondremos? Si es niño tiene que llamarse como tú, amor. ¡Ah, estoy tan emocionada!
La abracé y besé su mejilla.
-Yo también lo estoy. Si fuera niña quisiera que fuera idéntica a ti...
Se echó a reír y besó mis labios, entonces empezó a dar vueltas en el parque.
Recordé que hacía algunos meses le había comprado un anillo de compromiso que le iba a entregar al egresar de la universidad, pero me pareció un muy buen momento así que...
-Alice -dije, tomándola de la mano mientras me arrodillaba en el suelo humedo por la lluvia que había caído hacía una hora aproximadamente-, ya te he pedido esto mucha veces, así que supongo que ya no debe ser nada emocionante, pero esta vez de verdad es para casarnos, no sólo como un compromiso entre tú y yo, sino para all fin mostrarnos como marido y mujer ante el mundo, para unirnos y... bueno, supongo que estoy siendo demasiado cursi pero ¿Quieres casarte conmigo? -pregunté al fin.
Ella se arrodilló en frente de mí y me abrazó fuerte.
-Sí quiero -dijo con voz quebrada.
Y en esa fracción perfecta de felicidad infinita, me hubiera gustado quedarme por el resto de la eternidad, sólo ella, yo y nuestro pequeño bebé, producto de nuestro amor... Le puse el anillo y suspiré satisfecho.
-Entonces en dos meses estaremos casados -dije emocionado, precipitando mis pensamientos a todo lo que se avecinaba.
Mi ángel se echó a reír y me tomó de la mano.
-Sí, sí, sí... pero por el momento quiero pensar en nuestro bebé -dijo acariciando su vientre plano y mirando a la nada con una sonrisa perfecta y hermosa.
Nos quedamos en silencio cada quien en nuestro mundo perfecto, que posiblemente era el mismo para ambos. Lo mejor de todo, lo que más saboreé del momento fue el saber que pronto estaría rodeado por la felicidad de ese mundo perfecto, nuestro mundo...
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Fin de "Frangmento de nuestra vida..."

lunes, 2 de agosto de 2010

Fragmento de nuestra vida... (Alice) 2°continuación

Al bajar del taxi, Rachel me miró con complicidad.
-Ten un poco de paciencia -le dije mientras caminábamos para reunirnos con los chicos-. Tenemos que estar solas para que te de los detalles.
-¿Cómo vamos a estar solas si ese chico guapo que te espera allá nunca te deja un minuto? -preguntó, señalando a Martin parado junto al taxi con nuestras maletas encima, ya caminando hacia mí.
-Haremos nuestra escapada mañana en la noche. Lo prometo -le dije.
-¿Qué escapada? -preguntó.
-Rachel quiere pasar un tiempo de amigas conmigo. Dice que me acaparas -le dije frunciendo los labios.
-Tiempo de amigas ¿eh? -dijo pensativo-. Está bien, pero podrían hacerlo temprano si quieren, no tiene por qué ser en la noche...
Sonreí y miré a Rachel.
-¿Lo ves? Él entiende que también necesito estar con mi mejor amiga, así que no tienes porque desesperarte -le dije guiñando un ojo.
Rachel lo miró un momento, como descifrando algo, después sonrió. Yo conocía esa sonrisa suya, la que hacía cuando descubría algo. Lo pensé un segundo pero no hallé nada extraordinario en la situación.
-¿Sabes, Al? Realmente tengo ganas de salir contigo en la noche -me dijo con su voz de hablar en serio-. Las Vegas se vive de noche y hace tiempo que no tenemos diversión de amigas.
Asentí mientras caminábamos hasta el lobby del hotel Caesar Palace.
-Pero Las Vegas de noche es algo peligrosa -dijo Martin-. Me gustaría de verdad que salieran de día.
-Pero lo divertido pasa de noche -replicó Rachel.
-Lo divertido y peligroso. Insisto de verdad en que salgan de día -dijo.
-Martin, sabremos cuidarnos. No hay de qué preocuparse -le dije, dándole un ligero beso en los labios.
Frunció la boca contrariado.
-Casi no te gusta desvelarte... -me dijo con preocupación.
-Son vacaciones, así que me puedo parar tan tarde como sea -dije encogiendo los hombros.
Asintió con gesto de derrota y después habló con la encargada de la recepción.
Pidió dos cuartos separados para los chicos y las chicas, además de uno extra para él y para mí.
-Entonces saldremos mañana en la noche ¿sí? -se aseguró Rachel.
-Tú y yo solas -confirmé-. Hoy estaremos todos juntos hasta que la batería esté totalmente agotada.
Rachel se echó a reír y se fue a su cuarto compartido con las chicas, mientras que yo me fui con Martin.
-Estoy entusiasmada. Jamás había venido a Las Vegas -dije dando brincos mientras esperaba a que abriera nuestra habitación.
-Será genial. En la noche hacemos apuestas en algún casino ¿te gustaría? -preguntó con una sonrisa de oreja a oreja.
-Suena emocionante -dije entrando a la lujosa habitación hasta llegar a la cama y dejándome caer de espaldas sobre el suave colchón.
Martin dejó las maletas en el suelo y después dejó caer junto a mí. Me miró sonriente y después acarició mi rostro con su mano.
-¿Qué quieres hacer por el momento, antes de que salgamos todos en grupo? -preguntó con expectación.
Lo pensé un segundo con la mirada perdida en algún lugar del techo, pero no tuve que pensar demasiado, ya que mi estómago rugió de forma casi instantánea.
-Comer -le respondí.
Sonrió y se levantó de la cama, después me tendió la mano y salimos de la habitación.
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Una vez fuera de la habitación me distraje con las chicas y no volvimos al cuarto hasta que fueron las nueve de la noche, sólo para vestirnos y salir.
-Ey... -me llamó Martin mientras buscaba en mi maleta algo para ponerme.
-¿Sí? -le contesté distraidamente, sin mirarlo.
-Compré esto para ti hace un tiempo... bueno, en realidad lo compró Sofía, pero yo le pedí que lo hiciera, así que... ¿no te gustaría usarlo esta noche? -preguntó, algo sonrojado.
Miré lo que tenía en las manos. Un vestido blanco, corto, strapless y de tela brillante como el satín.
-Es la talla más pequeña que había en la tienda, según Sofía, así que no creo que se caiga de su sitio...
-No tenías que comprarme nada -le dije ruborizada.
-Es un obsequio. Si no te gusta, está bien -dijo, encogiendo los hombros y sin rastro de disgusto en el rostro.
-No, es precioso, pero yo no tengo nada para ti, nunca tengo nada para ti -dije, echándome a reír.
-Tu sola presencia en mi vida es más que suficiente -dijo, dejando el vestido sobre la cama y acercándose a mí para besarme.
-Gracias -dije con un suspiro. Tomé el vestido y me metí al baño.
-¿No te gustaría bañarte conmigo otra vez? -bromeó.
Me eché a reír.
-Para nuestra gran suerte, ya no hay prisa, así que no tenemos por qué bañarnos juntos -dije, enseñándole la lengua.
-Precisamente a eso me refiero. Si no hay prisa... -dejó la frase inconclusa.
Negué con la cabeza mientras me reía y cerré la puerta del baño.
El vestido, para mi gran sorpresa me quedó perfecto. Ajustado, como debía estar.
Nos encontramos con los chicos en el lobby del hotel, de ahí salimos todos a aventurarnos por los casinos y bares. En algún momento de mis recuerdos, entre apuestas, risas y muchísimas copas, me pierdo y no recuerdo más que los brazos de Martin en mi cintura, estrujándome contra él, sus labios sobre los míos y el taxista desesperado, pidiendo la dirección de nuestra siguiente parada.
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A la mañana siguiente desperté en el cuarto del hotel, con un dolor de cabeza tremendo, aliento a alcohol y sin recordar casi nada. Martin estaba a mi lado. Me giré en la cama y escuché el sonido de un papel arrugarse. Me levanté con cuidado, ya que sentía que mi cabeza era una bomba a punto de explotar.
Encontré al causante del ruido y lo tomé para leerlo. Era un certificado de matrimonio que nos declaraba a Martin y a mí marido y mujer, y a Rachel y Carlos como testigos de la boda.
El aturdimiento me hizo echarme a reír como drogada. Me dejé caer de nuevo en la cama junto a Martin y me pregunté si el sabría que nos habíamos casado. Estaba dándome la espalda, con sus extremidades desparramadas sobre la cama.
Lo abracé e instantáneamente se giró y me envolvió entre sus brazos, aunque aún estaba dormido.
-Martin -lo llamé con suavidad. Mi voz se escuchaba extraña, como si arrastrara las palabras. Probablemente se debía a que en ese momento todo me provocaba una inmensa pereza. No respondió-. Martin -volví a llamar con más urgencia en la voz.
-¿Qué? -preguntó con voz pastosa y un suspiro.
Me eché a reír otra vez, pensando en lo que estaba a punto de decirle. Abrió los ojos y me miró desconcertado.
-¿Qué pasa? -preguntó un poco más consiente, aunque arrastrando las palabras del mismo modo en que yo lo hacía-. Me duele la cabeza... -se quejó distraidamente.
Me volví a reír.
-Ya somos dos -dije.
-¿Qué ocurre? ¿Qué es tan gracioso? -preguntó, empezando a contagiarse de mi risa.
-Estamos casados -le dije, mostrándole el papel, muerta de risa.
Me giré en medio mis carcajadas y me caí de la cama.
-¡Alice! -gritó preocupado, pero cuando me vio tirada en el suelo se echó a reír también, después, a rastras, se bajó de la cama y se tiró junto a mí.
-Y yo que pensé que sería especial -dije, aún sin parar de reír.
-Ya somos dos -dijo, riendo conmigo.
Jaló la sábana de la cama, tirando las almohadas y todo lo que había sobre ella. Nos tapó y puso una almohada debajo de mi cabeza. Él también tomó una y después me abrazó, cerrando los ojos.
-¿Recuerdas algo de anoche? -le pregunté un segundo después.
Abrió los ojos una vez más y sonrió.
-Nada, pero es evidente que hicimos de las nuestras. Que lastima no recordarlo -dijo, pegándome a él un poco más.
-¿Tienes idea de dónde quedó mi vestido blanco? -pregunté, riendo.
Negó con la cabeza y miró alrededor, hacia la parte de la habitación que la cama no escondía. Señaló el sofá.
-Creo que está ahí ¿no?
Miré donde señalaba y vi que también estaba ahí toda mi ropa interior y mis zapatillas.
-Sí, creo que ahí empezó todo -dije, ruborizándome. Dejé caer mi cabeza sobre la almohada y cerré los ojos-. ¿Podemos dormir un rato o tenemos que ir a alguna parte?
-Hoy sí podemos dormir por el momento -dijo con un bostezo. Lo abracé y dejé ir mi conciencia en su respiración y sus brazos alrededor de mi cintura-. De cualquier modo en las noches no te dejaré dormir, sólo te lo advierto...
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Continuará...