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martes, 27 de diciembre de 2016

No quiero sonar junkie

Hoy no me mueve casi nada a escribir, sólo el hecho de querer escribir, supongo. Comienzo por decir que llevo casi una semana sin fumar; claro, esto es por circuntstancia y no por decisión. Extraño muchas cosas de la ciudad, pero de lo que más extraño son esos ratos con Emi y el Perrito, en los que nos olvidamos del mundo y platicamos estupideces. Extraño el sexo, eso es definitivamente lo que más extraño. El sexo y la persona con la que tengo sexo.

Quizá suene cruel (a pesar de que no creo ser cruel), pero cuando estoy mal y sé que él está mal también, me siento un poco menos mal porque sé que le importo. Como si fuéramos dos partes de un todo, dos caras de una sola moneda.

No me he sentido para nada mal al no tener mota, sólo extraño esos ratos. He convivido muchísimo con mi familia. El 24 no lo pasé del todo bien porque no estuvieron ahí dos de mis más cercanos primos, pero aún así fui positiva y jugué a las escondidillas con mis sobrinos y demás. Al final hice mucho ejercicio y resultó divertido.

También he tenido charlas interesantes con mi abuela. No sé si había escrito ya de esto, pero lo voy a hacer ahora... Se quedó huérfana de madre a los 5 años de edad, y de padre a los 7. Tuvo una vida muy dura... en fin, llenísima de anécdotas dignas de relatar. Se casó a los 17 para poderse ir de la casa de los parientes con los que le tocó vivir cuando sus padres faltaron, porque la explotaban. La sacaron de la escuela y la tenían trabajando, a ella y a su hermana menor, en su casa. Limpiaba, lavaba ropa, hacía la comida, planchaba, todo antes de los 10. Y bueno...

Quería dejar eso por escrito para no olvidar que realmente quiero escribir de eso más adelante. Ahora me voy.

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